LUZ MILA
Soy Luz Mila Arias Silva, tengo 51 años, soy de Colombia. Estudié secundaria, y ahora soy cuidadora en Zaragoza
Muchas de las trabajadoras del hogar y los cuidados son mujeres migrantes, que se han visto en la situación de dejar a sus hijos en sus países de origen, con el objetivo de que mediante su proyecto migratorio mejoren las condiciones de vida de sus familiares:
“Entonces les dije me voy, hijos me voy para darles un mejor futuro y para que puedan tener la universidad los otros dos. La pequeña, la deje con su padre, pero deje todo organizado. Conseguí en un restaurante y les dije yo les pago mensualmente la alimentación, para que no tengan que hacer de comer ni nada. El pago de la Universidad se lo ingresaba”.
El funcionamiento de estas cadenas globales de cuidados exporta a los países del sur global la crisis de los cuidados y manifiesta la redistribución injusta y desigual de la reproducción social, eximiendo de responsabilidad a los hombres, al Estado y a las empresas.
Las mujeres migrantes viven una maternidad transnacional en la que cuidan y participan activamente en la organización social del día a día de sus hijos.
Por otra parte, el hecho de no poseer un estatus legal limita fuertemente las «idas y vueltas» o las visitas regulares al país de origen (Carbajal, 2008).
“Al año volví, fue muy…, es lo más duro volverse la segunda vez, la primera vez no, porque vienes con la ilusión de conocer, progresar…ese proyecto de darle el estudio a los hijos, salir adelante, eso te ilusiona y te da mucho valor. Pero cuando vas la segunda vez, eso es tan horrible, porque usted ya vivió un año aquí, ya vivió la soledad, el frío, ya has pasado por saber que tu niña está enferma y tú no puedes hacer nada, la distancia…, es muy duro, (…)“
La labor desempeñada por las trabajadoras del hogar y los cuidados en España está invisibilizada socialmente. Se calcula que un total de 85.000 trabajadoras del hogar cuidan de dependientes porque el sistema público no llega. Estas mujeres desarrollan una labor imprescindible y con un valor incalculable para que la sociedad pueda avanzar (Oxfam, 2021).
Sin embargo en muchos casos, no se sienten valoradas por los empleadores, sino que más bien experimentan e incluso viven situaciones de maltrato en el empleo del hogar que implican experiencias de humillación, desconfianza e inseguridad:
“Cuando llegaba a la casa, le muestraba las frutas que venía cargando (ya por la desconfianza que tienen y que te pueden acusar de andar robando)”
Todas estas dinámicas están cargadas de violencia simbólica, psicológica y emocional, son procesos que van minando la identidad, la personalidad y la autoestima de las trabajadoras.
“Ahora estoy muy bien, al principio el señor era un poco reacio a tener alguien en casa, pero ahora ya se ha hecho a mí, y la hija siempre quiere que su padre esté mejor”
Lo nuestro no es una relación familiar
Es una relación laboral
#YoYaTengoUnaFamilia
#SeUnaEmpleadoraJusta